Con alborozo y júbilo damos la bienvenida a una nueva quesería. Nueva sólo en estas páginas, porque desde 2015 llevan los de Praizal haciendo quesos de oveja. Los de Praizal son Pilar Blanco y su sobrino Rodrigo. Ubican su quesería en Jabares de los Oteros (León) y se nutren de la leche la ganadería familiar, que es de ovejas Asaaf. Elaboran quesos de diversos tamaños y curaciones: medianos, grandes y patas de mulo; frescos, semicurados y curados. Algunos de ellos tienen nombres propios hacen mirar la cielo en busca de nubes: Cúmulo y Cirro. Y precisamente este último es su ticket de entrada a esta sopa de letras y quesos.
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Se elabora Cirro con leche cruda de oveja, cuajo, fermentos lácticos y sal. Los moldes se llenan a mano y las piezas desueran de forma natural. Tras un primer oreado, la maduración se extiende entre dos y tres semanas.
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Por fuera exhibe un aspecto rústico de corteza rugosa, parda y blanca, levemente aterciopelada y más fina de lo que pudiera parecer. La pasta es marfil con una delgada línea amarillenta bajo la corteza, algunos ojos de diversa forma y tamaño aparecen esparcidos aquí y allá. El corte fácil revela una textura tierna y ligera, que más tarde se confirmará con un mordisco mullido y liviano. Antes de eso el aroma llega suave a leche fresca de oveja, pastos y monte, frutos secos. Va también suave de sabores, dulce y pelín ácido, algo tostado pero muy lechoso, poco salino, nada amargo. Se come que ni te enteras, pero deja una sensación limpia, fina y rústica que es una maravilla.
Démosle más aire y más dulzura, palidez, cereal y sutileza con una buena Helles.