Queso Almnäs Tegel: la huella y el queso

Tras el queso danés que antecedía, prolongaremos el ambiente quesero nórdico dando cuenta ahora de una pieza sueca. Y se da la circunstancia de que es también el primer queso al que añadimos la etiqueta ‘Suecia‘. Se llama Tegel y lo elabora la quesería Almnäs Bruk. Toca lección de historia y geografía.

La geografía nos ayuda a situar Almnäs en la orilla occidental del lago Vattern, a medio camino entre Estocolmo y Gotemburgo. Y la historia de Almäs nos remonta nada menos que al año 1225, cuando los monjes del monasterio de Alvastra se convirtieron en dueños de una granja que es hoy parte del complejo de Almnäs. Durante años la propiedad estuvo ligada al monasterio y durante siglos a la aristocracia sueca. Finalmente, en 1915 pasó a manos de Bruksfirma Sannfrid Berglund y sigue en la familia desde entonces. En la actualidad Almnäs es una gran explotación agrícola, ganadera y silvícola que abarca 2000 hectáreas de bosque y contiene un buen número de edificios históricos como granero, destilería, matadero, molino, talabartería y regios casoplones. En una de las edificaciones que antaño fuera fábrica de ladrillos se ubica desde 2008 la actividad quesera, trabajando leche de vaca con certificación ecológica.

Precisamente de su pasado como fábrica de ladrillos hereda nuestro queso su nombre – Tegel significa ladrillo en sueco- y la singular huella que ilustra su corteza. Una huella de pie infantil, como las que dejaban los críos sobre los ladrillos recién hechos puestos a secar al sol. Bonita historia.

Es el Tegel un queso de leche cruda de vaca, de pasta cocida y prensada que se forma en bloques cuadrados de unos 20 kg, con cuatro de las traviesas huellas adornando su cara superior. Hemos visto este queso con el aspecto propio de las cortezas lavadas, esos tonos rojizos por obra y gracia del B. Linens que tan bien encajan con la temática del ladrilllo. Pero en nuestro caso, la corteza era marrón y terrosa, casi escamosa.

Sea como fuere, la pasta es pajiza con fino ribete, sin ojos, firme y con cierta elasticidad. El aroma encaja con lo esperado, un aroma espeso y dulzón de leche cocida, manteca, cereal, fruta madura, especias y cuero. Igualmente compacto es el bocado, dulce y salino, con recuerdos de leche reducida, fruta en sazón y generosas especias. La intensidad va creciendo hasta terminar llenando el paladar, estirándose luego un rato largo, declinando lentamente.

Gran queso. Concentrado y extenso. No le fue mal con una American Pale Ale. Para variar lo emparejamos, más felizmente, con una Tripel.

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