Cervecería El Vaso de Oro (Barcelona)

Durante el pasado mes de febrero se nos juntó un viaje en familia a Barcelona con otro de trabajo a Madrid. Con algo de esfuerzo y mucho gusto aprovechamos ambos desplazamientos para incursionar en algunos locales cerveceros. Sobra decir que muchos se nos quedaron en la lista, pero se hizo lo que se pudo y no estuvo nada mal. Vamos a ir despachando asuntos.

Dado que teníamos poco tiempo, para centrar el tiro en Barcelona pedimos ayuda al infatigable trotacervecerías Mundobirruno y su inestimable mapa. Mejorcito que el de Dora la Exploradora. Muy amablemente nos hizo una selección de locales a la medida de nuestros planes familiares, que básicamente consistían en seguir los pasos de las hordas de turistas e intentar mostrar Barcelona a las guajas en apenas dos días. Y entre sus recomendaciones figuraba como inexcusable la visita a la cervecería El Vaso de Oro, así que apenas visto el puerto deportivo y la Barceloneta, para allí que nos fuimos.

El Vaso de Oro se encuentra en la calle Balboa desde hace más de 60 años. Llegamos sobre la una del mediodía de un domingo y aquello estaba a reventar. Paciencia y a ir abriendo hueco en la barra. El local es amplio pero complicado, con una barra larga que deja apenas un pasillo para acomodarse y dos zonas algo más holgadas en cada extremo. La barra exhibe una extensa oferta de tapas y raciones, de las cuales no pudimos dejar de probar la ensaladilla, las croquetas, la mojama, las papas bravas, el salmón ahumado y los boquerones en vinagre. Todo muy rico, pero los boquerones memorables. Completan la oferta con lo que sale de una plancha que trabaja a todo trapo, como el mítico solomillo que finalmente no pedimos.

Para beber nos inclinamos obviamente por la cerveza de la casa, que elaboran bajo la marca Fort. Es el apellido de la familia propietaria del negocio, hoy capitaneada por Gabriel Fort, nieto del fundador. De los ocho grifos disponibles cayeron unas cuantas Barcelona CommonFilo para la parroquia- y otras cuantas IPAs, deliciosas y perfectamente servidas. Porque los camareros, a pesar de trabajar a ritmo frenético, no descuidan un detalle y destilan profesionalidad hasta en la indumentaria.

La verdad es que nos hubiéramos quedado a vivir allí, pero había que seguir pateando Barcelona y de paso dejar sitio a los siguientes parroquianos. Visita breve pero suficiente. Buena birra, buenas viandas, buen servicio, precios razonables y local lleno. Larga vida a estos bares. Y a Mundobirruno: moltes gràcies, maco.

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