Biercab (Barcelona)

Pasar por Barcelona y no arrimarse hasta el Biercab no tendría demasiado sentido. El prestigio de este templo cervecero -que en 2023 cumplía 10 añitos– está justificado no sólo por rankings varios sino por la calidad y exclusividad de las birras que ofrecen. Así que una noche, tirando de la familia y con los pies echando humo, pusimos rumbo al Eixample y buscamos el nº 55 de la calle Muntaner.

A pesar de que Asturias goza desde hace tiempo de una formidable oferta cervecera, el Biercab adquirió pronto para nosotros cierto rollito mítico. Aquellos 24 grifos originales (hablo de memoria y no es precisamente de fiar) hoy son 30, y sirven habitualmente algunas birras que difícilmente se puedan probar en otro lugar que quede a mano. Por si fuera poco disponen de una oferta gastronómica que va más allá de los habituales tentempiés. Vamos, que el Biercab lo tiene todo para gozarla y dejarse a gusto una buena pasta. Por suerte, la tienda que linda con la cervecería estaba cerrada. Recordemos que este ambicioso proyecto es obra y gracia de cuatro socios: Naparbier, Gabriel Bocanegra (Zombier), Steven Bosch (The Drunk Mon) y Manolo Baltasar (Freiburg). Fabricación, distribución y hostelería, buenos mimbres.

Era por semana, llegamos sobre las nueve y el local estaba bastante despejado. Un par de parejas en la zona de mesas altas, una mesa grande ocupada, tres o cuatro parroquianos solitarios en la barra. La decoración está muy cuidada, con aire moderno pero acogedor. Nada más entrar, una primera nevera ya pone los dientes largos. A la izquierda se sitúa la barra con su imponente fila de grifos, detrás las pantallas ilustran el contenido. Pedimos un par de pintas de Outer Range Alps Stray para servidor y servidora, otra de Nerdbrewing & Bereta Away From Keyboard para Rafael, el sobrino italiano afincado en Barcelona. Entre el resto de opciones se encontraban aquel día varias Naparbier, una Agullons, una Cantillon, Cr/ak, FrauGruber, Fuerts Wiacek, Pohjala… Casi nada. Nos sentamos en una mesa alta, más adeltante hay una zona con mesas de distinto tamaño, al fondo la cocina abierta a la sala.

Rostros conocidos encontrados: La Taberna de Hank (Luanco)

Calmada la sed echamos un vistazo a la carta, y a pesar de haber picado algo en el barrio Gótico justo antes de venir no me resisto a pedir un bocata de butifarra de pies de cerdo. Mientras tanto lamentamos no tener más hueco en la panza para probar sus famosas papas, los embutidos ibéricos, los huevos estrellados, alguna hamburguesa o incluso las opciones veganas que tienen muy buena pinta. Para las guajas pedimos zumos y coulant de chocolate, que no se huela la miseria.

Dada buena cuenta de comida y bebida, dudamos si pedir otra ronda o tal vez atrevernos a sondear las neveras en busca de una de sus míticas Abbaye de Saint Bon-Chien. Finalmente aplazamos excesos para la próxima, nos damos por satisfechos con la fugaz incursión y decidimos aprovechar para intentar otro local próximo antes de la hora de cierre. Metemos a la familia en un taxi y nos dirigimos al local de Garage Beer Co, apenas a un par de minutos.

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